El Camino de la Realización
- Natalia Mendez Garzon
- 1 ene
- 2 Min. de lectura

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La Carta 18 del libro Cartas de un Yogui Peregrino, nos recuerda que el yoga no es un ejercicio físico, ni un dogma, sino un sendero de autoconocimiento que nos conecta con la verdad universal: somos responsables de todo lo que experimentamos en la vida y co-creadores de nuestro destino.
En el mundo actual, donde prevalece la prisa, la desconexión y la delegación de responsabilidades, esta verdad parece distante. Muchas veces buscamos soluciones externas a nuestros conflictos, evadiendo la posibilidad de mirar hacia adentro, donde yace la clave de nuestra felicidad. En el ruido del día a día, olvidamos que el poder de transformar nuestras circunstancias radica en nuestra capacidad de abrazar las experiencias, aprender de ellas y asumir nuestra responsabilidad con valentía.
Los obstáculos para conectar con esta verdad son múltiples: la tendencia a culpar a los demás, la falta de tiempo para la introspección, la creencia de que la felicidad es un objetivo externo que debe alcanzarse. Además, el miedo a enfrentarnos con nuestro propio ser y las narrativas de la cultura moderna, que glorifican el control y la inmediatez, nos alejan del entendimiento profundo de que la vida misma es nuestro maestro.
Pero el yoga nos invita a cambiar esta perspectiva. Nos enseña a vivir desde la comprensión de que todas nuestras vivencias son reflejo de nuestra energía y nuestra conciencia. Este camino requiere entrega, humildad y amor incondicional, no solo hacia los demás, sino también hacia nosotros mismos. Así, como semillas que necesitan luz y cuidado para crecer, cada acción consciente es un paso hacia la realización, hacia la conexión con lo divino.
En última instancia, la tarea más importante de nuestra existencia no es acumular bienes ni logros, sino amar, amar al Divino, al hermano y a nosotros mismos. Desde este lugar de amor, todo lo demás se alinea, y la vida se convierte en una celebración constante de lo sagrado.
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